Facebook Miércoles, 3 diciembre 2014

Hoy, en el aniversario de la abolición de la esclavitud, este testimonio demuestra que la pesadilla continúa

Foto: David Laurent

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Uno cree que estas cosas solo pasan en películas. Sin embargo, hoy me pasó…

Ella es Ana María, vivía en el departamento de Huancavelica, provincia de Angares, distrito de Congalla, tiene 17 años y se dedicaba a la agricultura, específicamente a la cosecha de papa amarilla. El 28 de noviembre viajó rumbo a Lima gracias al permiso del gobernador del pueblo que autorizaba, con la huella dactilar de la mamá (no uso la firma porque al parecer es analfabeta) el viaje de Ana María junto a una señora XXX (que llevaba el mismo apellido del gobernador). La inocente Ana María venía a Lima con el deseo y anhelo de conocer la capital, tal y cual le dijeron las personas que la traían.

Sin embargo, el viaje de diversión se transformó en una pesadilla. Ella fue entregada por la señora XXX a la señora YYY, esta señora la entregó a ZZZ que su vez la ofreció a una agencia de empleo. En esta agencia de empleos llamada EXPLOTACIÓN (no revelo el verdadero nombre porque la policía está por caerle), que se encuentra a 5 minutos del jockey, Ana María fue ofrecida como trabajadora doméstica. Evidentemente colocarla en un hogar demoraría unos días, así que aprovecharon para que ella les limpie el local, les trapee los pisos mientras buscaban uno. Cabe resaltar que para no gastar, la hicieron dormir en el piso, sin abrigo y no le dieron comida.

En mi casa hace una semana estamos buscando alguien que ayude en las labores cotidianas, así que llegamos a esta agencia EXPLOTACIÓN, que parecía muy respetable para que nos contacte con alguien. Hoy recibimos la esperada llamada, tenían a la persona perfecta. Al llegar Ana María a mi casa me di cuenta que algo no andaba bien, su lenguaje corporal denotaba pánico. La invité a sentarnos y a almorzar para conversar un rato y saber qué le pasaba. A lo largo de la conversación ella se empezó a liberar, hasta que finalmente me contó la verdad. Tenía 17 años, había sido traído con engaños, había sido maltratada y lo que más deseaba era regresar a su pueblo. Estaba en tal estado que vomitó la comida que ingería luego de algunos días de ayuno obligado.

No pude contener las lágrimas de rabia. No es posible que en pleno 2014 todavía haya esclavos que son comerciados en plena ciudad, a solo unas cuadras de varios centros empresariales. Se me parte el corazón al pensar en todas las trabajadoras de hogar que en este momento viven el mismo drama de Ana María. Me sequé las lágrimas y me fui al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, ahí me recibieron gente de primera. Tengo que admitir que iba con la idea de encontrar burocracia y trabas por doquier. Sin embargo, las abogadas tomaron el tema con mucho profesionalismo y humanidad. Nos dirigimos en un carro del ministerio a la DIRINTRAP (Dirección de Trata de Persona). Ahí también nos atendió gente de primera y empezaron las investigaciones a toda velocidad identificando a la mayoría de los implicados y mostrando que al parecer es una gran red de trata de personas que va desde un gobernador hasta agencias de empleo. Quedé orgulloso y conmovido con el trabajo de las instituciones del Estado, a las que normalmente critico severamente, esta vez me callaron la boca.

Ahora Ana María está en un centro tutelar, será tratada por psicólogos y recibirá la ayuda necesaria. No sé si tenga un mejor futuro, lo que sí sé es que se evitará, por lo menos, algunos casos como el suyo. Los implicados serán denunciados penalmente y probablemente vayan unos 12 años a la cárcel. Son las 11: 30 p.m. y recién regreso a mi casa luego de todas las denuncias y declaraciones que me tomaron unas 8 horas. Quiero agradecer a Mural Motiva por darme el día libre para ayudar a Ana María y mi mamá por comerse el pleito. Hoy duermo con sentimientos encontrados. Por un lado orgulloso de la mejor respuesta de las instituciones del Estado y por otro indignado con estas historias que uno piensa que solo existen en las películas.

No podemos ver como normal estás situaciones, por más comunes que sean. Nunca perdamos la capacidad de indignación y las ganas de tratar de hacer un pequeño cambio. Escribo esto para animarte a hacer la denuncia si alguna vez te pasa o ves un caso como el de Ana María.

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