economía , Facebook Viernes, 16 enero 2015

Facebook: Carlín le explica a El Comercio por qué sí es una buena idea solo trabajar cuatro horas diarias

Qué bonito los derechos de tu esclavo. Ilustración: Carlín

Qué bonito los derechos de tu esclavo. Ilustración: Carlín

Carlos Tovar, llamado Carlín cuando nos regala grandes caricaturas políticas, tiene un sueño. Quizás algo más concreto que eso, incluso. Carlín tiene una lucha: tener una jornada laboral de solo cuatro horas.

En una entrevista con La República, Carlín explica su idea:

– Si la tecnología suprime empleos, tenemos dos opciones. O nos cruzamos de brazos, o hacemos lo único racionalmente posible: repartir, entre todos, el empleo escaso. ¿De qué forma? Haciendo que quienes tienen actualmente un empleo trabajen menos horas. El mercado siempre nos impulsa a trabajar más. (…)

– ¿Cuánto deberíamos trabajar?

– Si en 1919 se pudo alcanzar la jornada de ocho horas, con el aumento de la productividad deberíamos trabajar una hora y media. Eso ya está medido.

– ¿Cómo harías con los sueldos?

– Los sueldos tienen que seguir igual. ¿Se redujeron los sueldos cuando se instauró la jornada de ocho horas? Al contrario, si se redujeran los sueldos deprimirías al mercado.

– Quiero decir, ¿de qué manera podrías convencer a los empresarios para que paguen dos sueldos por el trabajo que hoy hace una sola persona?

– Los empresarios saldrían beneficiados. Imagina que eres dueño de una empresa que confecciona ropa y yo dueño de una empresa que produce alimentos. Si contratara empleados con jornadas de cuatro horas, te convendría porque más personas con poder adquisitivo podrían comprarte. Si tú hicieras lo mismo, yo podría vender el doble de alimentos. De eso se trata.

¿Te suena irreal? A los amigos de El Comercio también, por eso se despacharon en su editorial –hace dos días– con una idea central para desestimar la propuesta de las Cuatro Horas. Explicaron que su idea no era polemizar con caricaturista, pero terminaron agarrando carne:

(Carlín) en realidad solo ha dado voz en esta ocasión a una forma de concebir la economía muy difundida en nuestro país y en todo el planeta; y que consiste en ignorar la relación que existe entre el trabajo y la creación de riqueza. O, lo que es lo mismo, en imaginar que la riqueza es un ‘stock’ fijo e inmutable que tiene que ser repartido por alguien de una manera ‘justa’. El trabajo, dentro de esa concepción, sencillamente le daría a cada quien un derecho moral a acceder a esa repartición, pero no guardaría relación con la porción de esa riqueza que le debería corresponder, pues nada de lo que haga podría incrementarla. (…)

El detalle incómodo que el discurso proselitista de esas organizaciones omite, no obstante, es que, en las condiciones actuales, ese subsidio podrá existir por un tiempo corto –mientras se consumen los saldos del ‘perro muerto’ a los acreedores internacionales–, pero pronto chocará con la realidad aquella de que las correas salen del cuero, y entonces el colapso será terminal.

No es distinto, en esencia, pretender que los trabajadores asalariados del país o el mundo empiecen de pronto a trabajar la mitad y sin embargo continúen ganando lo mismo. Porque la riqueza, así les pese a los intervencionistas de todas las épocas, es un acervo variable; y su incremento depende de la productividad de los llamados a generarla.

¿Te convencieron? Bueno, Carlín respondió con una llave de aikido. Dijo que, al contrario de lo que sostuvo El Comercio, él sí es un convencido de que la riqueza aumenta la productividad:

(…) En los últimos treinta años, y como resultado de la revolución tecnológica, la productividad de cada persona trabajadora del planeta ha venido aumentando a un ritmo de más de 2% anual. Lo que significa que hoy, en promedio, producimos, en cada hora de trabajo, casi el doble de lo que producíamos hace treinta años. ¡De eso se trata, precisamente!

Todo ese incremento de productividad ha ido a parar a manos del Capital, puesto que los salarios se han mantenido estancados.

La discusión no es tampoco, sobre cuál sería la “justa” distribución de esa nueva riqueza generada (discusión que resultaría interminable), sino sobre el hecho, sencillo y maciso, de que, al aumentar la productividad, sin que disminuya proporcionalmente la jornada de trabajo, estamos produciendo desempleo. Y al producir desempleo producimos pobreza, estancamiento de la demanda y crisis económica mundial.

Y no lo digo solo yo. Lo dijo hasta un defensor del capitalismo a ultranza como Francis Fukuyama en su reciente visita al Perú. Se trata, entonces, de proponer una solución a la supresión de empleos que está siendo causada por el avance de la tecnología.

¿Qué se puede hacer cuando hay cada vez menos empleo, porque quienes tienen empleo producen cada vez más? La respuesta es, como que dos y dos son cuatro: ¡reducir las jornadas de trabajo! ¿Y es eso una cosa terrible, peligrosa o perjudicial? ¡Todo lo contrario! Es la vía para conquistar el tiempo libre, que nos hará seres humanos verdaderamente libres, que no viviremos para trabajar, sino para ejercer la libre actividad creadora o recreativa, en el ocio. ¡Sí, en el ocio, para espanto de los esclavos del trabajo! Y esto no lo digo yo, ya lo dijeron Paul Lafargue (en 1883) y Bertrand Russell (en 1932), entre otros.

Suena bonito aunque pueda parecerte una gran locura. Si quieres entrarle al debate, hay un grupo en Facebook con gente que discute el tema. Mientras ustedes discuten, nosotros seguiremos en nuestro doble turno.

Diego Pereira

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