deportes , Facebook Martes, 30 junio 2015

Perder es perder. Pero también se puede perder con orgullo.

Foto: AP/Reuters

Es mejor llorar de rabia que de pena. Foto: AP/Reuters

Por Carlos León Moya

No, no está bien perder. Perder es simplemente eso: perder.

Pero hay formas de perder. Una es perder sin luchar, sin ganas, sin alma. Y luego excusarse sobre por qué uno perdió. Otra es perder en inferioridad de condiciones, luchando hasta el último: con el estadio en contra, con diez jugadores, sin tu mejor central, cambiando el planteamiento sobre la marcha. Y a pesar de todo eso, ver al equipo ganador y anfitrión pasar un susto enorme hasta el minuto 93.

Perder es perder, y da rabia. Pero hasta la rabia es distinta. Una es la rabia del que ve a un equipo dejándose vapulear por el rival a cambio de nada, que es la que sentí hace 18 años. Otra es la rabia del que cree que se dio todo lo que hubo, y que con un poco más de tiempo hasta pudo lograrse más. La que no se esconde en excusas antes de tiempo, la que te arranca un grito desde lo más hondo del pulmón cuando empatas el partido.

Da rabia morir, pero es distinta la rabia cuando mueres de rodillas a cuando mueres de pie. Igual es morir. Pero hay muertes que sepultan, y hay muertes que animan.

Perdonen el lenguaje bélico, pero es la única forma en que puedo expresar esta rabia contenida que me ha hecho gritar y hasta sacar un par de lágrimas. El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes, pero a veces es una alegoría de nuestra forma de ser, de nuestra manera de afrontar las cosas. Y hoy no estoy contento, tampoco satisfecho, pero por la puta madre, una cosa es perder como Reynoso y otra cosa es perder como Advíncula. Puta madre, una cosa es comenzar el torneo sin ninguna esperanza y otra estar a punto de llegar a la final. Puta madre, una cosa es cagarte de risa antes del primer juego y otra terminarlo gritando porque te quedaste a punto, en el casi, pero un casi que ya no te basta.

Perder es perder. Pero también se puede perder con orgullo.

Hoy perdimos con orgullo. Y eso molesta, jode, te remuerde la conciencia durante horas, días, años. Pero es mejor perder así, que perder con la cabeza gacha.

Y también es mejor llorar de rabia que llorar de pena.