Facebook Miércoles, 26 agosto 2015

Beto Ortiz: ¿polémica porque estoy leyendo un libro delante de todo el mundo?

 

Escribe: Beto Ortiz

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Imagen: captura Facebok

Si nunca me han visto subir a su bus es porque yo no voy al trabajo en Metropolitano, voy en mi auto.

A veces lo manejo, a veces lo maneja alguien más. Tengo carro recién desde los 28. Mi papá nunca me regaló uno. Me lo pude comprar por fin -a crédito- cuando era reportero de TV.

Pero cuando era escolar, cuando era universitario, cuando era practicante e incluso cuando era redactor de diarios y revistas usaba a diario el transporte público.

En esos días no existía Metropolitano ni tren eléctrico, ni combis ni taxis tan baratos, los limeños viajábamos en forma de compactos racimos que colgaban de las puertas de los micros pestilentes y destartalados, agarrándonos con las uñas del borde de la ventana, el retrovisor o la correa del parroquiano que colgaba delante.

Viajábamos así y, sin embargo, llorábamos menos.
Y encima había inflación, apagones, coches bomba a cada rato.
Éramos más estoicos, mucho, pero mucho menos engreídos, menos quejumbrosos y menos ñe-ñe-ñe que ahora.

El pasado jueves 20 decidí hacer el recorrido del Metropolitano por primera vez.

Por pura curiosidad. No me contrataron para hacerlo. No soy la imagen del sistema. Compré mi tarjetita. Hice mi colita y me subí. Lo hice para ver qué onda, para probar. Porque de todo hay que probar en esta vida.

Elegí la hora punta: 7 pm.

Como sabía que el viaje sería largo llevé un libro para no aburrirme y, de paso, para parecer ocupado y que la gente se desanime de hacerme conversación. Soy tímido y prefiero no hablar con desconocidos.

Dio resultado…a medias. A algunos pasajeros jóvenes -que no me dejarán mentir- les importó un pepino mi libro, igualito se tomaron selfies conmigo. (Si están leyendo esto, chicos, cuelguen, por favor, sus fotos en los comentarios. Den fe de que en verdad -¡OH!- viajé en bus.)

El viaje en Metropolitano no me pareció especialmente excitante ni memorable pero tampoco sentí que fuera la pesadilla infernal de la que todos hablan.

Llegué de la Estación Central a Matellini mucho más rápido de lo que hubiera llegado haciendo canotaje en mi carro por los rápidos del zanjón. Pero, como puede verse, viajé paradito, cosa que no le hizo mucha gracia a mis várices prematuras.

Hubo tramos en que estuvo recontra repleto y tramos en los que estuvo medio vacío.

Durante uno de los últimos, me tomaron esta foto en la que no estoy posando ni haciendo como que leo para la foto,
estoy realmente leyendo un libro.

¿Pueden creerlo? Leyendo. Un libro. Dentro del bus.

Resultado: «Polémica por foto en el Metropolitano»

¿Polémica por qué?

¿Porque usé el transporte público?

¿Porque el bus no estaba reventando y nadie moría de asfixia ni era robado ni pescueceado ni punteado ni violado en el preciso instante de la foto?

¿O polémica porque estoy leyendo un libro delante de todo el mundo?

Me inclino a pensar que es por lo último.

Cuando uno viaja en buses, trenes o aviones en cualquier parte del mundo, muchos de los pasajeros -muchísimos: a veces la mitad, a veces más de la mitad- están leyendo un libro.

Cuando uno viaja en buses, trenes o aviones en el Perú, nadie lee.

Nadie lee otra cosa que no sea su rico Trome o la pantallita de su estúpido telefonito.

Eso, señores pasajeros, damas y caballeros, tiene que cambiar.

 

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