Facebook , webeo Jueves, 3 septiembre 2015

Debo anunciar la triste división del Frente Amplio – Brooklyn

Escribe: Carlos Leon Moya


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Antes éramos todos unidos y felices, camaradas del amor. Tomábamos el Metro juntos y planeábamos parados la renovación de nuestra izquierda. Entre salmones ahumados y botellas San Pellegrino nos reíamos de las rencillas enanas de los camaradas en Lima, cómo se dividían entre siete si apenas eran seis, cómo nuestro comité de Brooklyn tenía mucha más gente que todo Fuerza Social.

Cuando Susana entró a campaña, vimos con espanto cómo los compañeros se metían chaira sin asco y encima la giraban los muy puta. «No», dijimos al unísono, «no nos vamos a tratar así». Decidimos mantenernos unidos, comer Feuilletine todos los martes y olvidar lo que pasaba en Lima. Total, nuestro alcalde es Bill de Blasio.

Hasta que una noche de marzo, mientras jugábamos charada usando los nombres del último Politburó de la Unión Soviética, nos llegó un mensaje por Whatsapp.

-Compañeros -dijo uno-, en Perú se acaba de partir la izquierda.
-¿De quién fue la culpa? -pregunté yo.
-De Marco Arana -dijo alguien.
-No, no, no -dijo otro-. Me acaba de llegar este correo. Se ha partido por culpa de Patria Roja.
-Error -dije yo-. Me acaba de llegar esta fotito: la culpa es de Susana.
-¡Para, para, para! -gritó alguien-. Mira este video. La culpa es de…

Esa noche nos despedimos con sequedad.

Los días siguientes fueron horribles. Un día, el compañero Can discutía conmigo sobre la pertinencia o no de aliarse con Yehude. De pronto, me empujó hacia los rieles del Metro y se fue sin despedirse. Al día siguiente, el compañero Rolando fue colgado calato del puente de Brooklyn. Nos contó que andaba conversando feliz con el compañero Galeanito hasta que le dijo que Verónika Mendoza no le parecía una opción viable. Galeanito lo calateó furioso, le mentó la madre y lo colgó del brazo mientras silbaba «Ojalá».

Los ataques continuaron. Fernando le clavó a Benito un pincel en el ojo porque no aceptaba la idea de las primarias. Manuel asesinó al poodle del gordo Humberto como represalia por sus simpatías con Patria Roja. Rolando se vengó de Galeanito: le orinó su altar de Benedetti, le pintó dos cerros verdes en la puerta de su casa, y firmó «hecho a mano y sin permiso».

La situación se volvía cada vez más violenta. Algunos compañeros tomaron ya las armas. Otros pasaron a la clandestinidad. Un par se tuvo que exiliar en Queens y Nueva Jersey.

Al final, nos dimos una tregua y discutimos el destino del Frente Amplio Brooklyn. Estábamos hasta las huevas. En nuestro interior habían cuatro frentes, dieciséis partidos, nueve fracciones, ocho candidatos presidenciales y hasta un baboso sin talento que se dice a sí mismo trabajador  del arte.

Nos separamos ordenadamente. Primero, el Frente Amplio Brooklyn se separó del Frente Amplio Manhattan, y cantamos todos juntos «Debo partirme en dos». De las entrañas del nuevo Frente Amplio Manhattan surgió rápidamente Únete Manhattan, cuya base de operaciones es obviamente el Museo de Historia Natural, sección de Fósiles.

En Brooklyn, la división fue por barrios. Después, por candidatos, luego por táctica, de ahí por estrategia. Nos dividimos también por diferencias programáticas, aunque no tenemos programa. Nos subdividimos por diferencias ideológicas, aunque no sabemos cuál es nuestra ideología. Al final nos separamos también por ubigeo, raza, peso y Tortunija preferida.

Una lástima, compañeros. Me ha tocado contarles a todos de esta división, así, sin solemnidades. Informo también que tenemos cuarenta y siete lugares de votación para las primarias, aunque somos apenas veintiséis.

Estoy muy triste. He cenado solo ahora, y no he tenido a los compañeros festivos en mi sala, a Galeanito contándome que hizo Ouija con Paulo Freire, a Rolando recitándome de memoria todos los nombres del último Politburó. Hoy se ha dividido el Frente Amplio en Brooklyn y mi vida está vacía, la cocina a oscuras, la miseria del amor.