Facebook Miércoles, 23 septiembre 2015

«Somos todo lo que el fujimorismo quería que fuéramos: amantes de la ilegalidad si es que la ley no nos conviene»

Desde el Facebook de Jose Carlos Yrigoyen

Qué difícil es entender la lógica de algunos. A ver, el MRTA me parece un grupo delincuencial que solo puede defenderse…

Posted by Jose Carlos Yrigoyen on Wednesday, September 23, 2015

Qué difícil es entender la lógica de algunos. A ver, el MRTA me parece un grupo delincuencial que solo puede defenderse desde el anacronismo o el delirio. Es culpable de muchas muertes, de secuestros, asaltos, asesinatos a indígenas y de homosexuales y travestis solo por el hecho de serlo. O sea, es indefendible para cualquier persona racional sea de derecha o de izquierda. En eso estamos claros.

Pero, a pesar de eso, leo a gente indignadísima con la liberación de Peter Cárdenas y que exige que se pudra en la cárcel y no puedo comprenderlo.

Peter Cárdenas, liberado tras 25 años en prisión. Foto: El Comercio.

Peter Cárdenas, liberado tras 25 años en prisión.
Foto: El Comercio.

Cárdenas fue condenado a 25 años de prisión por sus delitos. Si me preguntan a mí, yo hubiera optado por la cadena perpetua. El tema es que en un primer momento lo condenaron a pasar su vida en prisión, pero el que lo sentenció fue un tribunal sin rostro. Y estaremos de acuerdo en que esa no es una forma justa de sentenciar a nadie en ninguna parte del mundo libre. (Y, estaremos de acuerdo, queremos que el Perú sea parte del mundo libre. ¿no? ¿NO?)

A Cárdenas lo condenaron a 25 años de cárcel y que yo recuerde, nadie se quejó. Nadie. Nadie en ese momento se rasgó las vestiduras, porque faltaba mucho para que pudiera cumplir ese lapso encerrado. Parecía una condena larguísima, imposible de concluir. Pero de pronto, Cárdenas cumplió sus 25 años enteros y la ley estaba obligada a dejarlo salir. Y ahora que salió libre, como no murió en prisión, mucha gente exige que se quede encerrado para siempre. Porque era un terrorista pues. Y como era un terrorista, perdió todos sus derechos, es decir, los que tenemos tú y yo. Y damos explicaciones alucinantes para justificarlo, como ¿acaso ha pagado su reparación civil? (una primicia: no hay prisión por deudas) o que es un escándalo que Fujimori siga preso y Cárdenas salga libre (muy sencillo: Fujimori todavía tiene más de quince años por delante en la Diroes según su sentencia; Cárdenas ya saldó la deuda que la misma sociedad le impuso).

A mí el tema me parece terrible: significa que luego de setenta mil muertos y veinticinco años no hemos aprendido nada. Que a pesar de todo, seguimos siendo los mismos que creen que el Estado no debe tener ningún sentido de superioridad moral con quienes transgredieron la ley. Que lo que merece un terrorista no es justicia, sino venganza. Que una persona es pasible de perder sus derechos humanos si es que comete ciertos actos reprobables. Que la manera de combatir la ilegalidad y la barbarie es con más ilegalidad y barbarie. Que el ideal que pensé que alguna vez abrazábamos -ser un país moderno, próspero, democrático, donde las instituciones y las leyes sean fuertes- en realidad se ha ido difuminando y desapareciendo. Ahora el tema es que conseguimos una paz, que en el fondo es la paz de los cementerios, y cierta comodidad material y que todo lo demás hay que sacrificarlo para preservarla. Y nos imaginamos que liberando a los cabecillas emerretistas regresaremos inexorablemente a los ochenta. O sea, somos todo lo que el fujimorismo quería que fuéramos: egoístas, miedosos, amantes de la ilegalidad si es que la ley no nos conviene. Somos un país que cree hondamente en la venganza y en el diente por diente. Y esa es una derrota peor que la que cualquier subversivo nos podría propinar.