Facebook Lunes, 28 septiembre 2015

Lo que ha despertado la liberación de Peter Cárdenas es solo una muestra de lo que está por venir

Fotocomposición: El Comercio

Fotocomposición: El Comercio

Escribe en su Facebook: Jimena Ledgard

Si hay algo de lo que podemos tener certeza es que, en los próximos años, cada vez más condenados por terrorismo saldrán de la cárcel tras haber cumplido su condena. Cada vez más personas vinculadas a Sendero Luminoso y al MRTA volverán a caminar libres por las calles y, con ellas, saldrán también en libertad los condenados por su participación en el gobierno de aquella época, en los comandos paramilitares y en las operaciones antisubversivas. Cada vez más personas vinculadas de una u otra forma con el terror de esos años saldrán en libertad. Otras continuarán en la cárcel y otras, claro – porque en el Perú la justicia, si no llega tarde, no llega nunca-, morirán quién sabe cuándo sin haber pisado nunca una.

Esa es la realidad que le tocará vivir a nuestro país en los próximos años: la de tener que adaptarse a la reinserción de quienes fueron sus peores enemigos a esa sociedad que intentaron destruir. Y eso sucederá porque nuestro Estado, finalmente, está haciendo y hará lo que un Estado debe hacer: imponer penas y ver que estas se lleven a término, sean de años, décadas o perpetuas. Ese es el Estado de derecho que defendimos de Sendero y ese es el Estado que defendimos de quienes intentaron apropiarse de él desde el mismo Palacio de Gobierno.

Esos son, también, los años que le esperan al Perú. Años difíciles, complejos e inevitables; años que, si hubiésemos construido algún tipo de memoria como país, hoy enfrentaríamos de forma muy distinta. Pero, como no lo hicimos, un joven universitario de clase media hoy se inscribe tranquilamente en las filas del Movadef o se encoge de hombros cuando alguien le pregunta por el aniversario del primer vladivideo. Digámoslo en crudo, porque así de crudo es: a dos décadas de un conflicto que dejó muertos que se cuentan por decenas de miles en nuestro país, sus ciudadanos no saben quién fue Abimael Guzmán ni Alberto Fujimori ni Elena Iparraguirre ni Vladimiro Montesinos.

En este proceso, ver el rol de nuestra prensa, constatar el silencio de nuestro Estado y recordar la displicencia de los gobiernos pasados, es aterrador pues son ellos quien cargan sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de acompañar al país en la transición que atraviesa y continuará atravesando, inevitablemente, en los próximos años.

Compartir tu vida con quienes trajeron horror a la tuya es una realidad terrible, pero es nuestra realidad.

Los años de ese futuro en algún momento distante y que ya empezó deberían ser una oportunidad para comprender lo que sucedió en aquellos años, para preguntarnos si hemos logrado subvertir las condiciones que permitieron aquella tragedia y para poner nuestra memoria en el centro de la discusión pública. Lo que no deberían ser es una oportunidad para que periodistas y políticos continúen lucrando del oscurantismo y de ese inescrupuloso negocio que es vender miedo disfrazado de memoria. Algo que hoy por hoy, es lo que se dedican a hacer.

Lo que ha despertado la liberación de Peter Cárdenas es solo una muestra de lo que está por venir y de lo que este proceso puede significar para el Perú. Si lo permitimos (y déjenme decirles que lo estamos permitiendo con una calma e indiferencia que resulta escalofriante), los próximos años no solo serán un periodo terriblemente difícil para nuestro país, sino también uno que amenace con destruir los cimientos del Estado que a duras penas hemos logrado reconstruir. Pero parece que eso no es tan importante, ¿no?