Facebook , noticias Domingo, 22 noviembre 2015

Estos son los peores comentarios de la gente cuando una pareja gay denuncia discriminación

Besos contra la homofobia, 2013 Foto: Diario 16

Besos contra la homofobia, 2013
Foto: Diario 16

Aquí vamos de nuevo. Perú21.pe informa que un sereno de la Municipalidad de Miraflores fue acusado de discriminación homofóbica por hostigar a una pareja gay (que estaba besándose en el Parque del Amor).

La Municipalidad ha salido a decir que está investigando el caso y que de ninguna manera acepta o avala la discriminación. Sin embargo, los comentarios a la noticia respaldan AL SERENO, lo felicitan por su forma de actuar y atacan a los homosexuales «por quejarse de todo».

Parece que estas personas, y quienes piensan así, no se dan cuenta de la crueldad y la estupidez que encierran sus comentarios. No sé. Quizá sí se dan cuenta pero les llega, porque se saben apoyados por la mayoría.

Imagen: captura Facebook

Imagen: captura Facebook

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Bueno, amiguito: hay una ley que te combate. Y pronto habrá otras. Y otras más. Ya que no has querido abrir tu cabeza a la evolución, la historia terminará arrastrándote, qué pena. Y en algunos años, tus comentarios integrarán el museo virtual de la intolerancia.

Y ya no jodas con los niños: ellos tienen la cabeza bastante menos podrida que la nuestra. ¿Qué crees que conviene enseñarles: el miedo o el amor?

Hace dos años, mis amigos Suiry, Jonathan y yo nos reunimos en ese mismo parque con cientos de personas más: parejas, grupos de amigos, familias, todas las edades. Y allí nos abrazamos, mientras otros se besaban, o se abrazaban y se besaban. Nunca había visto a tantas personas demostrándose afecto a la vez. Nunca había visto a tantos gays y lesbianas besándose. Entonces intuí algo que ahora, con estos comentarios, he confirmado: los besos públicos entre personas del mismo sexo, además de muestras de afecto, son provocaciones, porque ponen a prueba nuestros prejuicios.

Son, también, pequeños pasos hacia adelante, porque nos educan como sociedad. Y son, por último, valientes gestos de amor con los que vendrán: gays y lesbianas que ahora son niños, y que ahora se sienten amenazados y solos. Los adultos lgtb de ahora se besan públicamente para que, cuando les toque a los gays y lesbianas del futuro, sus besos sean solo eso (y todo eso): besos, como todos los demás.

*Bonus track: los niños

Ya que algunos insisten en el cuidado de los niños, yo insistiré también: es mentira que les importen. Aquí voy a dejar tres textos que hablan precisamente sobre los niños, niños gays y lesbianas que han crecido temiendo el rechazo de su familia, niños condenados a la burla por sus compañeros del colegio, niños expuestos a la crueldad de los medios, niños asustados y solos, muchos de los cuales prefieren acabar con su vida. Piensa en los niños, por favor. Piensa en ellos.

Este es el primero:

De pequeños, aparte del acoso que sufrimos de nuestros compañeros al notar la “diferencia”, también nos exponemos a que nuestros padres nos lleven al psicólogo a tratar de “curar” algo que sabemos que no tiene cura porque no es una enfermedad, pero eso solo lo sabemos nosotros. Nuestros padres, familiares y profesores seguirán creyendo que algo incorrecto está pasándonos y querrán de todas las formas posibles devolvernos al camino “correcto”, a la heterosexualidad. Cuando crecemos, en la universidad o en el trabajo seguimos enfrentándonos a la discriminación, la violencia y la injusticia.

Vero Ferrari, “¡Sal del clóset!” En: Colectivo Feministas de La Mula (11/10/2013)

El segundo:

En el colegio nunca me hablaron de eso. En mi casa tampoco. Cuando era pequeña podía ver el desprecio que se cernía sobre lesbianas, gays y transexuales, incluso en mi propia familia, y a los siete años, cuando me di cuenta de que me gustaban las chicas, imaginé el mismo desprecio sobre mí. Era una niña muy pequeña y llena de miedo, no se lo dije a nadie, ni a mi hermana mayor por un año, ni a mi mejor amiga, ni a mi madre. Quería que me siguieran queriendo y silencié totalmente ese aspecto de mi vida, así que traté de ser lo más “normal” posible. Y tuve muchos enamorados e incluso conviví con el papá de mi hija por muchos años, pero vivía con una insatisfacción terrible que trataba de llenar con lecturas, películas y estudios. Tratar la mayor parte de tu vida de ser alguien que no eres no es justo para nadie.Porque lo que yo sentía era real, no era una abstracción ni una hipótesis, estaba en mí y todos los días trataba de matarlo, para que otros me quisieran, me respetaran y me trataran como a un igual. Y eso era lo que yo quería ser: igual.

Vero Ferrari, “Ser una niña lesbiana y no morir en el intento” En: Colectivo Feministas de La Mula (11/10/2013)

Y el tercero es un post de Regina Limo (la Reina Decapitada), que analiza el caso de un niño que participaba en La Voz Kids. A partir de la reacción del público, Regina se pregunta cómo una sociedad que dice preocuparse taaanto por el bienestar de sus niños es capaz de destruirlos pública y desvergonzadamente cuando intuye en ellos algún signo de homosexualidad. 

¿Tu hijo es gay? Puedes botarlo de la casa, agarrarlo a patadas, llevarlo a inútiles terapias, torturarlo hasta que se mate. Puedes, también, si quieres, reaccionar así:

«Con mi papá yo podía hablar de todas estas materias íntimas, y consultárselas directamente, porque siempre me oía sin escandalizarse, tranquilo, y me contestaba en un tono entre amoroso y didáctico, nunca de censura. En la mitad de mi adolescencia, en el colegio de solos varones donde yo estudiaba, me ocurrió algo que me pareció muy extraño, y que llegó a atormentarme durante años. La vista de los genitales de mis compañeros de clase, y sus juegos eróticos, me excitaba, y yo llegué a pensar con angustia, por eso, que era marica.

Se lo conté a mi papá con el ánimo transido de miedo y de vergüenza, y él me contestó, sonriendo tranquilamente, que era pronto para saberlo definitivamente, que tenía que esperar a tener más experiencia del mundo y de las cosas, que en la adolescencia estábamos tan cargados de hormonas que todo podía ser motivo de excitación, una gallina, una burra, unas salamandras o unos perros acoplándose, pero eso no significaba que yo era homosexual.

Y ante todo me quiso aclarar que, de ser así, eso tampoco tendría ninguna importancia, siempre y cuando yo escogiera aquello que me hiciera feliz, lo que mis inclinaciones más hondas me indicaran, porque uno no debía contradecir a la naturaleza con la que hubiera nacido, fuera la que fuera, y ser homosexual o heterosexual era lo mismo que ser diestro o zurdo, sólo que los zurdos eran un poco menos numerosos que los diestros, y que el único problema, aunque llevadero, que podría tener en caso de que me definiera como homosexual, sería un poco de discriminación social, en un medio tan obtuso como el nuestro, pero que también eso podía manejarse con dosis parejas de indiferencia y de orgullo, de discreción y escándalo, y sobre todo con sentido del humor, porque lo peor en la vida es no ser lo que uno es, y esto último me lo dijo con un énfasis y un acento que le salían como de un fondo muy hondo de su conciencia, y advirtiéndome que en todo caso lo más grave, siempre, lo más devastador para la personalidad, eran la simulación o el disimulo, esos males simétricos que consisten en aparentar lo que no se es o en esconder lo que se es, recetas ambas seguras para la infelicidad y también para el mal gusto.»

Héctor Abad Faciolince,
El olvido que seremos

Esta y otras citas de El olvido que seremos, aquí.

Más argumentos contra la homofobia, aquí.

Más argumentos todavía, aquí.