discriminación , Facebook , feis , libertades , noticias , sociedad , violencia Lunes, 7 marzo 2016

Anoche me acosaron… feliz mes de la Mujer

Imagen referencial vía: www.fuentesfidedignas.com.mx

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Escribe: Gabriela Zavaleta

Anoche me acosaron y no fue una sino varias veces. Desde que salí de mi casa hasta que llegué a mi destino fui acosada por tres hombres distintos, en tres diferentes distritos de Lima. Cometí la osadía de salir de noche en short, el atrevimiento de mostrar la piel de mi cuerpo porque hace calor, pagué el precio de pensar que puedo salir vestida como yo quiero, defenderme si me siento agredida, castigada si me atrevo a desafiar a un hombre cuyo pequeño cerebro no puede comprender cómo una mujer que se viste como si estuviera pidiendo que la acosen le va a exigir en público que la respete. Cómo va a ser posible, pues, cómo voy a exigir respeto si prácticamente estaba pidiendo que me lo nieguen. Mereces que te castiguen y te hagan recordar quién manda aquí.

Salí de mi casa en Salamanca y al llegar al paradero pasé al lado de un tipo que me vio y me dijo «preciosa», «mamita» y otras cosas mientras pasaba, con esa entonación que nosotras conocemos tan bien, aquella que te deja en claro que eres un pedazo de carne, menos que un adorno, un objeto que existe únicamente para el placer del otro. Me quedé atónita ante el descaro del tipo por la manera en que me lo dijo, en voz alta, segurísimo de sí mismo, sin la menor noción de la realidad. Me planté en seco, volteé en media caminata e hice lo que ninguno de ellos espera: lo miré fijamente a los ojos, con una mezcla de incredulidad, desprecio y reclamo. El torbellino de palabras que tenía en la cabeza me impidió decir una sola palabra, pero mi mirada lo desencajó, empezó a decir «preciosas las pasajeras de los micros» y a balbucear. Solo cuando dijo «le pido disculpas» hablé y le dije «POR FIN, eso era lo que quería que dijeras». Me di media vuelta y me subí al bus.

Caminé por mi universidad en Surco para tomar otro micro y pasé por la puerta de un hotel, donde el vigilante de turno me dijo en voz baja «buenas noches». No le devolví el saludo y me silbó mientras me iba, seguramente mirando las partes de mi cuerpo que le parecían más satisfactorias para su deleite personal. Toditito para él solo. ¿Esperaba que volviera? No lo sé, pero decidí no averiguarlo. Seguí caminando.

Desde el momento en que bajé del bus frente al estudio 4 de Barranco hasta que llegué caminando a mi destino me persiguió un hombre. Crucé la pista al bajar del bus y un hombre que caminaba a mi lado me dijo «hola». «Hola». «TE ESTOY DICIENDO HOLA». Lo miré y vi en su cara una expresión casi amenazante, como si yo le hubiera herido sus sentimientos al no reconocer y agradecer la exigencia de atención, y le dije «no quiero que me saludes, me estás faltando el respeto, ni yo ni ninguna mujer queremos que nos saludes». Vi cómo esa expresión continuaba en su cara, y caminé más rápido para alejarme de él, quien seguía caminando detrás de mí. Pocas cuadras antes de llegar al lugar al que me dirigía quise cruzar la Av. Grau y el hombre siguió avanzando, volteó a observarme para «despedirse» y levantó la mano para hacerse notar, a lo cual respondí con un gesto con el dedo medio. No me jodas, acosador.

Él respondió haciendo gestos sexuales con las manos, dando a «entender» el tamaño de su pene, tal vez, y haciendo movimientos para hacerme entender lo que me haría con él. Continúe mirándolo y lo vi cruzar la pista en la misma dirección a la cual yo quería ir, y allí entendí que me había convertido en un juego para él. Ya no sentía la usual molestia que nosotras conocemos al vernos acosada: empecé a sentir la preocupación de verme amenazada, de sentirme en peligro, de estar al alcance de un hombre peligroso. Le conté a mi novia por mensaje lo que estaba pasando y ya no crucé la pista, seguí caminando. Decidí protegerme. El tipo se plantó en medio de la alameda Sáenz Peña para observarme mientras caminaba, y cruzó nuevamente la pista hacia donde yo estaba caminando. En ese momento ya me sentí realmente en peligro, pensé «este tipo me va a hacer algo». Mi novia me llamó mientras el hombre caminaba 5 metros delante de mí, y en voz alta le dije qué hacía el hombre y lo describí físicamente para que él mismo supiera que lo estaba fichando. Cuando hacía eso el tipo paró el primer taxi que pasó, no se detuvo ni a preguntar el precio de la carrera, simplemente abrió la puerta, entró al carro y en un taxi blanco se fue mi acosador.

Imagen vía: soscurioso.com

Imagen vía: soscurioso.com

Yo hablo mucho de mi compromiso de luchar contra la discriminación pero en los momentos en los que realmente me he sentido amenazada o que mi integridad está en peligro no hay discurso o frase en este mundo que pueda hacerme sentir segura.

Tendrías que haber nacido mujer para entender el miedo permanente con el que vivimos, instalado en nuestras cabezas, paralizante, parte del equipo de iniciación con el que nacemos, «ya, tú vas a nacer mujer, toma tu kit de miedo y preocupación». Te puede dar miedo la inseguridad, puede preocuparte que te roben el celular en la calle: a nosotras nos da miedo que nos violen o que nos maten. Me da más miedo que un hombre me viole o me mate porque soy mujer, que cualquier otra cosa que me pueda pasar.

He sido acosada por hombres en la calle, se han frotado con mi cuerpo en el micro, me han manoseado el culo en conciertos, me han hecho sentir insegura cada día que pasaba por una casa de mi cuadra hasta que me acerqué a la ventana del acosador y le reclamé que dejara de acosarme. Cuando dos ladrones se subieron a mi taxi y me asaltaron mi miedo más grande al verme absolutamente desprotegida y vulnerable fue «me van a violar estos tres tipos por ser mujer», y mi cabeza estaba en blanco, paralizada mentalmente, cuando me abrieron el botón y el cierre del jean para revisar si no llevaba nada escondido bajo mi ropa interior. Aprovecharon en manosearme el culo y los senos mientras me revisaban por cosas que robar. Cuando le dije a mi mamá lo que había pasado me preguntó aterrada y con espanto si no me habían hecho nada porque soy mujer. Me sentí afortunada de que ese manoseo haya sido lo «único» que me hicieron y que esos hombres no me hayan violado en un taxi en El Agustino.

He pasado por todas estas cosas porque nací mujer y mi cuerpo es de mujer. Esta clase de miedo está instaurado en nuestra forma de ver la vida y relacionarnos con el mundo: ser mujer significa acoso, violencia y muerte. Ser mujer acarrea castigo. Ser mujer es peligroso. Ser mujer puede ser una sentencia de muerte. Qué rabia nacer y ser mujer, carajo.

No me voy a cansar de hacer énfasis en que quienes nos violan y nos matan son hombres, por más que me digan «feminazi», «odias a los hombres», «exagerada». Tenemos miedo de las cosas que los hombres nos vayan a hacer. Queremos dejar de vivir temiéndoles. Quiero vivir sin miedo de lo que un hombre me vaya a hacer. Quiero poder celebrar que soy mujer y no pensar en ello como un motivo de preocupación. Quiero saber que mis primas, mis parientas y mis amigas están protegidas. Quiero que nos dejen de responsabilizar por las atrocidades que los hombres cometen contra nosotras. Quiero que de una vez se dejen de huevadas y empiecen a reconocer que vivimos en una sociedad podrida cuando la mitad de la población vive aterrorizada por lo que le pueda pasar en manos de la otra mitad.

Pero lamentablemente tendrías que nacer mujer para saberlo y a veces esa clase de empatía es mucho pedir para algunos. Si no naciste mujer, pues… qué suerte, compañero. Ahora te toca poner de tu parte. Soy feminista justamente porque quiero que el valor de las mujeres sea igual al de los hombres, no superior ni inferior. Igual y en todo. Y creo que todos deberíamos ser feministas. No comprendo cómo podrías solidarizarte con lo que nosotras sufrimos, exigir cambios y no ser feminista. Si no naciste mujer, por favor, te ruego que te eduques, que nos escuches, que nos apoyes, que nos acompañes cuando exigimos igualdad, que críes hombres conscientes, que dejes de satanizar el feminismo y a quienes lo impulsamos. Si no naciste mujer no hagas que envidiemos tu suerte, sino haz que la compartamos. Si no naciste mujer tienes la responsabilidad más grande. Pon de tu parte.