Facebook , feis Lunes, 21 marzo 2016

El sábado pasado hubo un terrible accidente en Cajamarca, pero parece no importarle a nadie

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Tragedia en silencio. Imagen: Captura web PC

Escribe Sandra Rodriguez

El sábado pasado hubo un terrible accidente en Cajamarca. Un volquete de una contratista minera chocó contra una ambulancia a la altura de Lagunas de Alto Perú, a una hora de Cajamarca. Manuel y Arturo, obstetra y enfermero del centro de salud de Llapa, venían trayendo de emergencia, a las 2 de la tarde, a Ercila, una gestante de 18 años, que venía acompañada de su esposo y su suegra. Ercila había entrado en un trabajo de parto con complicaciones y tenía que ser atendida en el hospital de Cajamarca para sobrevivir. Pero, en un giro tristemente irónico, todos murieron. Mientras la ambulancia quedó destruida por completo, el volquete apenas tenía magulladuras y el faro izquierdo roto. Manuel Castañeda, el obstetra de 47 años, era mi tío, el hermano de mi mamá.

Todos los días sin excepción, la televisión y los periódicos preparan para nosotros su sección de accidentes. Asistimos a diario a una macabra pasarela de la muerte, que los medios se han encargado, sin asco, de banalizar. Profundizar en la noticia significa capitalizar el dolor de los familiares, conseguir fotografías de los cuerpos regados, hacer un zoom a las mutilaciones. Al final, viene algún comentario del presentador, algún cierre cliché del periódico que involucra las palabras “lo sentimos”, “fatal accidente”, “las víctimas del siniestro”. Sólo quien ha visto al cuerpo sin vida de un ser querido ser utilizado por los medios, puede comprender cómo se arruga el corazón, cómo un pedazo de nosotros queda expuesto y solo en la carretera cada vez que los vídeos y las imágenes se repiten.

Profundizar en la noticia nunca es, en cambio, discutir las razones estructurales de por qué nos visita cotidianamente la muerte en las carreteras. Nunca se habla de la nula regulación de nuestro caótico y matonesco transporte público; nunca se habla del estado de nuestras ciudades que, como pocas en el mundo, construyen puentes peatonales para dar preferencia a los autos; nunca se habla de las corruptas licitaciones que entregan las municipalidades para construir carreteras pésimamente diseñadas, inservibles. Nunca. En el imperio del amarillismo, las causas estructurales no sólo no venden, no sólo son aburridas, sino que son, sobre todo, incómodas, incómodas para la élite de corruptos que manejan nuestro país.

Por eso, ni siquiera la muerte de seis personas logró que un solo medio, uno solo, se pregunte, por ejemplo, por qué se dirigía un volquete de 30 toneladas de la empresa minera San Martín, la mayor contratista minera del país, hacia la Minera Coimolache de Buenaventura, sin una escolta adelante. Si hubiese sido un volquete de Yanacocha, o de Goldfields, ambas mineras grandes, por regulación interna de seguridad de la empresa habría tenido que llevar una camioneta escolta unos 30 o 50 metros adelante, justamente pare evitar accidentes como este. Pero no, ningún periódico se preguntó si es que la empresa San Martín trabaja bajo altos estándares de seguridad cuando se lo piden, pero se hace de la vista gorda cuando las mineras medianas no se lo demandan. Ningún programa en la televisión se ha preguntado si es que Buenaventura trabaja con estándares diferenciados según la gorda que sea la cuenta de sus proyectos mineros. Ningún medio de internet se ha preguntado si es que el Ministerio de Transportes permite que la regulación del transporte de autos pesados sea distinta, si es que se flexibilizan los requisitos de seguridad para las empresas medianas, ¿en nombre de qué? ¿de la inversión?

Cada vez que hay un conflicto social se dice desde Lima que la capital recién presta atención a las provincias cuando hay muertos. Pero en elecciones ni los muertos importan. En elecciones los provincianos somos totalmente invisibles, salvo cuando les somos útiles a los políticos para que sumen sus míseros puntos en las encuestas de cada fin de semana.

Pero ya que estamos en elecciones y pareciera ser lo único que importa en estos momentos, hago un llamado desde el único espacio que tengo para alzar mi voz, pidiéndoles, rogándoles que, cuando escuchen a los políticos quejarse de la tramitología, quejarse de las “trabas” que pone el Estado a la inversión, levanten ante sí un muro de sospechas, porque es falso que en nuestro país la regulación “asfixie a las empresas”. Porque trámites no es igual a regulación. Porque si la regulación existiese de manera seria en nuestro país, un volquete de 30 toneladas no hubiera chocado a una ambulancia y matado a una gestante, su familia y los profesionales que buscaban salvarle la vida. No se dejen engañar porque ese es el discurso cómplice, ese es el discurso que apaña prácticas que perjudican a la minería verdaderamente responsable, ese el discurso que nos hunde en el tercermundismo.

Y a la empresa San Martín y Buenaventura, que en ningún momento en esta semana se acercaron a los familiares ni siquiera para ofrecer de manera hipócrita sus condolencias, les digo que no retrocederemos. Porque podrán ustedes, por su intenso amor al dinero, ser inescrupulosos y doblecaras, y esperar que este accidente quede refundido en alguna fiscalía provincial, pero nosotros tomaremos la posta hasta el final, para hacer cumplir la intención de Ercila, Arturo y Manuel, mi tío, de defender la vida, de salvar la vida.