corrupción , Elecciones 2016 , Facebook , feis , narcotrafico , noticias , politica , violencia Miércoles, 18 mayo 2016

«Así respondió Pablo Escobar en la primera entrevista que le hicieron en 1983»

Imagen: Twitter Perú 21

Imagen: Twitter Perú 21

Escribe: Sandra Rodríguez

Cuando se le cuestionó por la proveniencia de su fortuna, que a muchos les parecía difícil de explicar, refutó enérgico “Vea hombre, a Jesucristo lo calumniaron, a Bolívar lo denigraron, a Gaitán lo tildaron de comunista. Que digan que yo soy mafioso es lo menos que se puede esperar de esta oligarquía que no quiere que le toquen su poder”.

Así respondía Pablo Escobar en la primera entrevista que le hicieron en 1983.

Aplicados alumnos de El Patrón del Mal tenemos en Perú. El domingo, Keiko se victimizaba diciendo «me atacan porque soy mujer». Y hace unas horas, en conferencia de prensa, Joaquín Ramírez se ha defendido de las denuncias por lavado de activos diciendo «seamos claros, lo que pasa es que soy un cholo con plata, y para algunos un cholo con plata sólo puede ser narcotraficante o corrupto».

Eso se llama hacer carroña de nuestras fracturas sociales. Eso se llama activar motores de segregación y desigualdad, para apelar a fibras viscerales y nublar la vista a los cuestionamientos en su contra. No les basta con querer resucitar el fantasma del terrorismo a diario, haciendo del miedo un combustible para ganar votos. No. También tienen que escudarse en el machismo en un país con la segunda tasa más alta de violaciones en la región. También tiene que presentarse como víctimas del racismo, en un país donde la sola pertenencia a una región, la sierra, es motivo de insulto.

Que la nueva generación de Fujimori y su entorno aprenda del más grande capo de la droga en América Latina no es gratuito. No es un tema de pura inspiración. Los lazos entre Escobar y el primer fujimorismo existieron y tuvieron un hilo conductor llamado Vaticano. Vaticano, que declaró haber pagado 50,000 dólares mensuales como cupo a Montesinos, fue uno de los más importantes proveedores de pasta básica de Escobar.

Por eso vale la pena escuchar al real Pablo Escobar, el narco rey de América Latina, responsable de al menos 4,000 asesinatos, fuera del teatro de las cámaras, fuera de la estrategia retórica, ya más suelto de huesos:

«Yo creo que debemos asegurarnos un poquito, de organizarnos un poquito y empezar a mandar muchachos a que quemen casas y a que hagan daños, a esos políticos, esos senadores, en todas partes, hermano, al militar que nos atropelle, a los jueces que nos molesten, a los periodistas, o sea que tenemos que crear un caos muy verraco para que nos llamen a la paz (…), esa es la única forma que yo veo».

Esa es la cara sincera del narcotráfico. Tras las entrevistas. Tras las conferencias de prensa.

En Colombia, Escobar desató una guerra sin cuartel contra el Estado. Acá, en cambio, no va a ser necesario, porque los narcos están por llegar a tomar el poder a través de elecciones. No hace falta buscar los paralelos con series de ficción como Breaking Bad. Los paralelos con nuestros narcos y los destellos de los que nos podría pasar están aquí nomás, a un paso de frontera.

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