Facebook , feis Miércoles, 26 octubre 2016

Carlos, el hombre que corre descalzo todas las mañanas por el malecón de Miraflores

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Foto: Facebook Jorge Tintorer

Escribe: Jorge Tintorer

El hombre que ven en la foto se llama Carlos, su pasión es correr y él corre descalzo. Los que hacen deporte temprano, lo habrán visto corriendo por los malecones de Miraflores y Barranco, o tal vez descansando en el parque Domodossola. Él ya no está en edad de ser ningún campeón, y nunca habrá sido ni el más rápido, ni el más fuerte, pero sin importar frío, viento, niebla, sol o lluvia, él corre todas las mañanas.  Y lo hace porque es algo que a él le encanta.

Yo lo llegué a conocer porque en mis pedaleadas matutinas, siempre me saludaba con un afectuoso «buenos días, joven» y yo le retribuía su saludo siguiendo mi camino. Pero no sin sentir una suerte de cargo de conciencia al pensar si este hombre habría tomado algún desayuno. Hasta que un día, decidí detenerme para ayudarlo con un dinero para que tuviera posibilidad de un desayuno decente.

Al detenerme, le pregunté su nombre y él a su vez, me pregunto el mío. Grata fue mi sorpresa cuando este hombre empezó a recitar por un espacio de al menos cinco minutos, desde la fecha de nacimiento hasta todos los grandes logros de George Washington, haciendo una analogía a mi nombre. Inmediatamente entendí, que tenía adelante mío, a un hombre con una cultura y conocimiento extraordinarios.

Demás está decir que este hombre se convirtió en una inspiración para mí, y desde esa fecha en adelante, detenerme a conversar con él se ha vuelto parte de mi rutina, poniéndole a mi día una dosis adicional de adrenalina, a la que me da el montar mi bicicleta cada mañana, y sorprendiéndome cada día más, con su prodigiosa memoria y con sus amplios conocimientos de historia, literatura y poesía, los cuales yo nunca podría pretender igualar.

Hace unos días le obsequié un libro de la Historia del Imperio Romano, porque pensé que no hay mejor cosa que le puedas regalar a un hombre culto que un libro, y mi alegría fue grande al ver la emoción que le causó recibirlo. Pero lo más importante de esto, no es lo que yo he podido hacer por él, sino más bien lo que él ha hecho por mí, mostrándome sin ni siquiera mover su dedo meñique y de una manera más contundente que el puño del legendario Mike Tyson, lo mucho que algunos pueden hacer con lo poco que les ofrece la vida, a diferencia de lo poco que hacemos muchos de nosotros con todo lo que tenemos.

Este hombre de edad indescifrable, sonrisa cálida, corazón noble y voluntad de acero, ha sido y sigue siendo para mí una verdadera lección de vida entre nosotros. Porque él, mas allá de amar su deporte o amar el conocimiento, da cuenta de que, por sobre todo, es un hombre que ama la vida sin importarle que esta sea de la forma en que le ha tocado vivir.

Muchos de nosotros tenemos enredos, de esos de los que es muy difícil encontrar donde está la punta de la madeja. Yo los reto a conocer a esta persona, conversen con él, ya que es muy posible que con sus manos entumecidas y torpes por efecto de la artritis o alguna otra enfermedad, les ponga delante de sus ojos y sin mediar palabra alguna, donde esta la punta de la madeja de sus propios enredos.

Si alguna vez se levantan temprano, y tienen la suerte de cruzarse con él: conózcanlo. Y si pueden: ayúdenlo con lo que tengan. Así ustedes gozarán de la satisfacción de haber colaborado con ese fuerte y noble corazón para que siga haciendo el deporte que tanto le gusta, además de gozar del privilegio de que él los pueda considerar su amigo.

Y una recomendación: no le ofrezcan comprarle unas zapatillas. Yo ya lo hice y de la manera más natural me dijo que no, gracias, que correr sin zapatos era algo a lo que él “ya se había acostumbrado”.