Para los que se niegan a que el Estado reubique a los miembros de la comunidad Shipibo-Conibo

Fuente: Canal N
Escribe: Miguel Flores-Montúfar
Situaciones como las de Cantagallo despiertan tantos comentarios imbéciles que incluso pueden clasificarse en tipos: los hay racistas, clasistas, xenófobos, crueles, y algunos que se esfuerzan por serlo todo a la vez. Ahora bien, hay un tipo que me resulta particularmente despreciable: los que se niegan a que el Estado reubique a los miembros de la comunidad porque eso es darles a los ciudadanos «algo gratis», algo por lo que no han trabajado y que, por tanto, «no se merecen». (Pueden aderezar esta idea con otras como «por qué se ayuda a estos pobres y no a estos otros», «hay quienes lo necesitan más», «hay otros QUE TIENEN MÁS DERECHO«, etcétera).
Eso de que el Estado «no debe regalar nada» me repugna porque normalmente proviene de gente que no tiene una idea, siquiera peregrina, de lo que es necesitar nada. Por supuesto que es una generalización, y que toda generalización es arbitraria e injusta, pero la recojo de mi larga experiencia escuchando decir eso a gente que nunca en su puta vida ha tenido hambre, hambre de verdad, que nunca tuvo que trabajar para pagarse el colegio, que no dejó de estudiar para que sus hermanos menores pudieran hacer cuando menos la primaria.
Gente que no ha leído iluminado por una vela, que no se ha bañado con agua helada, empozada en un cilindro, que no ha caminado diez o quince o cuarenta cuadras para volver a casa, que no se ha limpiado nunca el trasero con papel periódico. Gente que estudió alentada u obligada por su familia, pero no A PESAR de ella. Gente que nunca —hasta ya bien adulta— se ha metido a la boca un plato de comida que se ganaran con su trabajo. Ellos son los que dicen que nada debe ser gratuito, que la vida es así y hay que esforzarse para salir adelante, porque el pobre es pobre porque quiere y la puta madre.
Yo crecí en una casa pobre y, sin embargo, nunca tuve que pasar por las situaciones que menciono arriba: nunca trabajé para comer, nunca he tenido hambre, nunca fue una opción abandonar la escuela. Nunca, ya luego, he hecho esfuerzos sobrehumanos para avanzar en la vida: es un detalle elocuente sobre mi mediocridad, efectivamente, pero también sobre el hecho de que para vivir tranquilo no he tenido que sobreponerme a condiciones atroces como la pobreza extrema y la marginación. Eso sí tuvo que hacerlo mi mamá, por ejemplo: ella tuvo que esforzarse para estudiar, porque en su casa no era obligatorio. Es la única de sus ocho hermanos que terminó el colegio.
Pero ¿debe ser siempre así? ¿Todos debemos tener la fuerza de mi mamá? Estoy seguro de que, de haber vivido vidas inversas, yo no habría siquiera terminado el colegio, con todo lo que eso implica. la gente que se llena la boca hablando de esfuerzo, ¿sabe realmente lo que está diciendo? ¿Cree que se merece todo lo que ha tenido y lo que tiene? ¿Incluso la comida de la infancia, incluso la escuela, incluso el colchón en que dormía? Y en el caso improbable de que así fuera, ¿no sería mejor que la vida sea menos difícil para los demás?