discriminación , Facebook , feis , libertades , noticias , periodismo , redes sociales , sociedad , violencia Jueves, 5 octubre 2017

Este es el potente post de Gabriela Wiener sobre la discriminación hacia las mujeres en el mundo literario

Esta foto parece paja, pero... Foto: Gabriela Wiener

Esta foto parece paja, pero…
Foto: Gabriela Wiener

Escribe: Gabriela Wiener

Hola, esta soy yo, con Vargas Llosa. También están por ahí Jeremías Gamboa, Julio Villanueva, y otros amigos que adoro. Esta es solo una imagen. Queda claro, ¿no? Se me ve feliz, encantada. Yo esta foto la consideré un triunfo, como si hubiera entrado por fin al club exclusivo de los escritores de mi país después de tanto no existir, después de tanto insistir; bueno, eran todos hombres, pero qué diablos, el mundo es así. Hay más fotos, ojo. Si buscan en Internet igual pueden encontrar fotos mías en coloquios y mesas de escritores y cronistas en la que soy la única escritora. La única junto a Marco Avilés, a Titinger, a Juan Manuel Robles, a Toño Angulo… Yo vivía muy tranquila con esto. Pensaba que tenía suerte. Pensaba que quizá era de las pocas. No movía un puto dedo por nadie más que por mí. En mis mejores días pensaba que era la mejor. En mis peores, que era la única escritora peruana. Cuando me invitaron a la Filbo, la Feria del libro de Bogotá, hace un par de años, pusieron mi cara en un cartel que estaba por las calles, junto a las caras de dos escritores consagrados. Me dio una vergüenza tremenda pero a las finales me superencantó.

La última tarde en la feria de Bogotá decidí pasearme por el stand de Perú a fondo, era un stand hermoso, enorme, había pisco souer y mucho ruido y bonanza. Empecé a mirar las bellas gigantografías en blanco y negro de escritores que contaban la historia de nuestra literatura peruana para el mundo. Eso que estaban viendo los miles de visitantes que pisaban la feria. Seguí el recorrido buscando algo que no sabía muy bien qué era. Allí estaban el Inca Garcilaso de la Vega, Ricardo Palma, César Vallejo, Ciro Alegría, Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro, José María Arguedas, Vargas Llosa, Alfredo Bryce, Miguel Gutiérrez, Toño Cisneros, Ampuero, Cueto, Roncagliolo. De repente lo supe. No había una sola foto de Blanca Varela. Ni de Carmen Ollé. Ni de Clorinda Matto de Turner. Ni mucho menos de Pilar Dughi o Giovanna Pollarolo, Laura Riesco, Magdalena Chocano, o las más contemporáneas como Victoria Guerrero, Mariana de Althaus, Karina Pacheco, Micaela Chirif, Rosella di Paolo, Patricia de Souza, Rocío Silva, Claudia Salazar, Claudia Ulloa, Kathya AdauiNi una sola escritora peruana estaba retratada en esa panorámica de nuestra literatura. No solo era incompleta, parcial, era injusta y era discriminadora. 

Creo que ahí se me abrió un forado en el cerebro y me revolqué en el fango y me dije que jamás, jamás estaría en un evento que fomentara de manera tan clamorosa la desigualdad y que contara una historia tan jodidamente falsa. Y muchos menos querría seguir funcionando como la cuota de mujer para librar a otros de salir jalados en igualdad. Yo no sé lo que represento como escritora para el Perú sinceramente pero sí sé lo importante que es ahora que tengamos representaciones justas en los pocos espacios que hay. Estoy convencida de que tocan otro tipo de gestos. 

Cuando supe que era la única invitada al coloquio «Tendencias contemporáneas de la literatura peruana«, en Madrid, me negué a participar, dije que no me sentaría con cinco escritores, aunque sean mis amigos queridos, porque lo son. Propuse a otras escritoras, editoras y periodistas para buscar un equilibrio y me dijeron que no, propuse hacer teleconferencias con escritoras y me dijeron que no.

Las “buenas intenciones” de organizar mesas solo para mujeres –tanto como las de invitar a una sola escritora para cumplir con la cuota a última hora- no cambia nada del status quo; solo perpetúan los mismos modos de hacer hegemónicos, mantienen en el centro a los de siempre y a las otras identidades en los márgenes. Desde ahí hacemos y seguiremos haciendo. 

Soñé que mis compañeros escritores cancelaban y se los pedí en público y en privado, desde el amor y por las que creo son nuestras convicciones. Pero me desperté y el dinosaurio seguía ahí. 

Pd: Sergio Galarza canceló hoy y me siento orgullosa de él.