Facebook , feis , Lima , politica , sociedad Sábado, 28 noviembre 2015

«No te bastaron los parques, ni las casonas ni los postes. Querías venganza»

castañeda

Foto: Facebook Causas of North Cone

Escribe Causas of North Cone

«De recordarte te acabas, como quien sorbe lo que queda del hielo con sabor a cocacola que ya no es cocacola. Ese recuerdo de Lima va escondiéndose, como el naranja sangriento desaparece desde el malecón de papel maché.

Señoriales casonas se han ido yendo como sus nobles, venidos a menos, dueños. El árbol que congregó a estudiantes de uniforme gris, los parques de palomillas y parejas estudiantiles, se han ido endureciendo bajo un eterno baño de concreto. Te llevaste hasta aquellos postes republicanos, que nos traían intermitentes recuerdos de una antigua ciudad que se nos fue mientras esperábamos la combi. Las bancas de mármol, las alamedas, los adoquines de las calles. Todo te lo cargaste. Desaparecieron un día, como las esculturas del Paseo Colón. El yermo de la nada se había apoderado de nuestra ciudad. Ni la violencia dejó el paisaje en ruinas tanto como tú y tu jauría hambrienta.

Con tu mudez, el paso rengo y la sonrisa cachacienta. No te bastaron los parques, ni las casonas ni los postes, tampoco las alamedas ni el mármol veneciano. Querías venganza. Y así un día dibujaste un lazo con la uña fúngica de tu índice. Y ese lazo se hizo. La maquinaria de concreto transfiguró la roca en barro y el barro en cinta. Ataste el Gran Parque de la Exposición para siempre, dejándole un inmenso surco, como una gran cicatriz. Como hacen los delincuentes al marcar a la víctima: «una caricia, Limita, para que te acuerdes de este norteño que vino y te conquistó contranatura». Tus razones tendrás.

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Jejeje Foto: vía El Diario de Curwen.

Tu odio por el cielo, por los árboles y por el mar. Nuevamente, a un gesto, la maquinaria coimera y cortesana vomitó concreto esta vez separando con un cierre gigantesco el hasta ahora eterno abrazo de nuestra ciudad con el océano. ¿Ya no es suficiente venganza? Quedó claro, reyezuelo forastero, lo que tu gesto nos puede quitar; quedó claro tu odio a la ciudad que viste de lejos en tu infancia desde otras tierras, desde otras playas. Por saberte extranjero a estas tierras entiendo que nunca tuviste helados en Redondo o la Pampilla, que de escolar no besaste a nadie en la Plaza Washington, que no paseaste de la mano por 28 de Julio ni compraste rosas en el Estadio Nacional.

Que jamás montaste bicicleta de Magdalena a Chorrillos, sintiendo la humedad fría y salada, que no guardas los recuerdos de frágiles barquillos comprados a personajes sonrientes de endurecido y sonriente rostro al atardecer de aquella infancia que como el sol se esconde ahora, entre barras de acero y vigas armadas de la vil materia con la que construyes tu amorfo imperio.

¿Qué viene? ¿construirle un techo a la ciudad? ¿un segundo piso a la Arequipa? ¿un patio en altamar?».