Facebook , feis , redes sociales Martes, 2 agosto 2016

La ruta del terror. Asesinos y policías coimeros

carro

Imagen: Captura Panamericana Televisión

Escribe: Manuel Ayllón

El jueves 28 de julio salí de Lima hacia el norte en carro, manejando. A la altura de Huaral fui detenido por un grupo de policías que realizaba un operativo grande solicitando documentos a muchos conductores. La mujer policía que me detuvo me hizo notar que el SOAT de mi vehículo tenía casi un mes de vencido (descuido mío); me dijo que si no quería ir detenido debía «colaborar» con 50 soles. Era la primera vez en mi vida que una mujer policía me pedía plata. Me dijo que el dinero era para su jefa, quien era la lideresa de todo el operativo.

La historia terminó -aparentemente- cuando le dije que no tenía dinero y me devolvió los documentos. Luego de ello compré un SOAT en Chancay y todo se puso en regla nuevamente. Al día siguiente, cuando descansaba Trujillo, me enteré que el operativo policial en el cual me detuvieron obedecía a que en la noche del 27 de julio -un día antes de que yo transite por ahí- asesinaron a un empresario limeño en plena carretera en Huacho. El empresario, su esposa e hijos, se dirigían desde Lima hacia el norte; a la altura de Huacho su vehículo SsanYong falló y se detuvo. Inmediatamente, aparecieron cuatro delincuentes quienes, además de robarles, intentaron violar a la esposa.

El empresario, como es lógico, intentó defenderla y a cambio recibió cinco balazos en la cabeza y en el pecho, delante de su esposa e hijos. Sentí una indignación muy grande al comprender que los policías de Huaral y Huacho aprovechaban la muerte de una persona para salir a la carretera a detener vehículos y pedir coimas. Eso es realmente ruin. Aprovechar la tragedia de otros para beneficio propio no tiene perdón.

Cuando vas camino al sur la Panamericana está llena de autos de compañías de seguros y de policías de carreteras dando vueltas o parqueados. Hay hasta helicópteros rondando. Te sientes relativamente seguro, al menos en los primeros cien kilómetros. Cuando viajas al norte la situación es distinta. En 500 kilómetros de recorrido no hay un sólo vehículo de las compañías de seguros y conté apenas tres patrulleros de la Policía de Carreteras (y eso que era feriado largo).

De regreso a Lima, en Huacho, me detuve en una estación de servicios para ponerle gasolina al carro y le pregunté al grifero si sabia del asesinato del empresario.

«Sí, lo mataron porque luego de robarle quisieron violar a su esposa y él intentó defenderla. Eso ocurre todos los días señor; este tramo de Huacho es muy peligroso por las noches. Acá roban y matan siempre. Los delincuentes ponen piedras, clavos, alambres de púas, para que los vehículos se detengan y ahí los agarran. Con suerte te dejan vivo», narró el grifero.

¿Y de dónde son esos delincuentes?

«Vienen del Callao, no son de Huacho. Llegan en las noches y se ponen a rutear toda la madrugada. A mí también me han asaltado y casi me matan», añadió.

¿Y la Policía no hace nada?

«No señor, acá es como si no existiera. Ni siquiera se les ve patrullando», concluyó.

El domingo encendí él televisor para ver algún informe amplio sobre el caso del empresario asesinado y nada, ni un segundo. Casi todos los programas hacían un recuento del baile de PPK, del pañuelo que se puso en la cabeza, de su ejecución de la flauta, del desfile de la mascota de la familia, de la visita de sus hijas, de la comida que vendían los ambulantes durante el desfile, de un policía «robocop» que bailaba como Michael Jackson, etc. Ojalá los programas de la noche saquen algo.

¿Cuántas personas como los miembros de esta familia tendrán que ser violentadas y asesinadas para que nuestras autoridades se preocupen de lo que viene ocurriendo en el norte chico?