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«La importancia de escoger clientes con clase»

Esta es una fotografía en la revista Hola de Colombia, que fue criticada por el alto grado de racismo en su composición. La foto es referencial para la historia.

Esta es una fotografía en la revista Hola de Colombia, que fue criticada por el alto grado de racismo en su composición.
La foto es referencial para la historia a continuación

Escribe: Luis Carlos Echeverry*

Hace ya bastante tiempo, mientras cubría una boda en un reconocido club local:

Recuerdo que eran ya las ocho de la noche, la recién casada se acercó para recordarme que en la cocina estaba mi cena servida, disculpándose por la hora (desde las nueve de la mañana los acompañaba). El almuerzo fue una empanada con Coca Cola, ya que a mediodía tenía que hacer fotos mientras la futura esposa se arreglaba en la peluquería.

¡Por FIN comida! descargué mi cámara y pasé a comer con la gente que ya estaba lavando toda la vajilla, mientras al fondo se escuchaba la algarabía a ritmo de vallenatos y reguetón.

En esas entro la suegra algo histérica, según ella llevaba más de media hora buscándome, había llegado un exgobernador y su esposa y necesitaba de urgencia las fotos de tan distinguido personaje. Al tercer mordisco de una lasaña ya fría deje mi cena y acompañé a la señora mal encarada, (seguramente al día de hoy una situación de estas me haría prenderle fuego a la boda y dejarles unas buenas fotos del incendio) pero estaba empezando y necesitaba el dinero.

Una hora más tarde llegó el novio medio ebrio y me dijo:

«Pelao’, si quieres ya te puedes ir, mil gracias por todo y mañana cuadramos tu «saldito» que ahora ando con unos tragos encima y no quiero salir a buscar plata».

Terminé casi a las 11 de la noche y de ahí me fui a comer a Mario Bross (de lo poco abierto en mi búsqueda). Mi «saldito» se tardó casi un mes y parte de él se me fue buscando al novio (obvio después de su luna de miel en Europa).

Entregué el material con algunos reclamos de la suegra, quien no podía creer que su amiga del colegio y hoy esposa de un ministro, o no se que monda, no aparecía en ninguna de las fotos. Con todo y esto, la prueba se superó y 15 días más tarde recibí una llamada de la novia como muestra de agradecimiento, en la que también me pedía quitarle la papada a su papá.

El luchado saldito lo usé viajando al Chocó y recorriendo algunos lugares en el pacífico colombiano (justo y merecido).

El río Atrato en el Chocó, uno de los 32 departamentos de Colombia, ubicado en la zona noroeste del país, en el Pacífico. Foto: Experiencia Colombia

El río Atrato en el Chocó, uno de los 32 departamentos de Colombia, ubicado en la zona noroeste del país, en el océano Pacífico.
Foto: Experiencia Colombia

En una de esas paradas, un hombre se me acercó animado al verme con cámara en mano y con mucha educación me preguntó si yo hacía fotografía de eventos. Recordé el último y dije que lamentablemente NO, el señor se alejó despidiéndose antes, pero su cara de frustración se hizo notar.

Lo llamé y pregunté cuál era el motivo del evento, a lo que contestó:

  • «Mi hija hoy está haciendo la primera comunión y quería tener unas fotos bonitas y lo vi a usted con esa camarota y pensé que usted sabía de eso y le podía tomar unas fotos a la niña, pero obvio, usted está en vacaciones y qué se va a ir a trabajar ahora».
  • «Amigo y ¿dónde es la primera comunión?», contesté.
  • «Acá nomás a la vuelta. Salí por un encocado de camarón que nos está preparando la vecina. si se anima, ahí hay para usted y solo me dice cuánto vale su trabajo».

Fue muy breve tomar la decisión después escuchar lo del encocado de camarón y me fui con equipo en mano a retratar a su pequeña, una negra que parecía tallada de lo bella, toda la familia me recibió con cerveza y ron. La música antillana estaba de lujo y antes de llegar ya me tenían pareja de baile. Empecé mis fotos pero era casi imposible disparar más de tres veces sin que alguien de la linda familia no llegara con algo de comer o beber.

Después de una hora en la casa ya no me entraba un solo camarón más y se me comenzaba a notar el ron encima, tres horas después y con pocas ganas de irme, se acercó la patrona del hogar y me dijo que ya no más fotos, que me dedicara a bailar y que cuánto me adeudaban, a lo que contesté:

«Nada».

La señora inmediatamente sacó algunos billetes y me dijo:

«Mijo, antes muchas gracias por todo y usted es un ángel. A mi negro se le pasó lo del fotógrafo y usted llegó como caído del cielo. Reciba me hace el favor y descanse que ya tomó mucha foto, venga y baile que estas negras están emocionadas con usted jajajajjajajjaja…»

Salí de esa casa a la madrugada, las fotos se las dejé en una memoria que les regalé, pues nadie tenía memorias. Al otro día se consiguieron no sé cómo la dirección del hotel y me invitaron a almorzar, mientras todos felices admiraban las fotos haciéndome sentir el mejor fotógrafo del planeta. Me llevaron hasta la embarcación, desde donde dejé ese lindo puerto, no sin antes recordarme que en ese olvidado pueblo tenía una familia más.

Ese día, después de pasar por dos puertos más, llegué a Nuqui en el Choco y en el hotel escribí partes de este texto que hoy me encontré y repasé con calma para hacerle algunas correcciones. Todo esto mientras recordaba la importancia y el lujo que es poder trabajar solo para gente agradecida, con clase y puntual, gente que respeta lo que haces y paga con gusto, gente de verdad.

*Luis Carlos Echeverry es un reconocido fotógrafo colombiano. Puedes encontrar una historia muy paja de él en el Perú en este enlace de La Mula.