denuncia , discriminación , Facebook , feis , libertades , noticias , sociedad Domingo, 25 junio 2017

Este testimonio comprueba que el encerrar trabajadores es una práctica bastante peruana

Escribe: Pilar Flores

Hubo un tiempo (1999) en que decidí trabajar en Gamarra. Tenía experiencia en estampado de polos así que me fui a buscar trabajo por allá. Entré a varios lugares donde solicitaban mi experiencia, lugares donde uno era más horrible que el otro: edificios feos de pasadizos oscuros, corralones, azoteas apenas sujetadas con cartones. Las personas que solicitaban personal parecían capataces de hacienda con esclavos. Me causaban total desconfianza y hasta miedo.

Hubiera podido trabajar en cualquier ambiente hasta que veía que para entrar y salir se pasaba siempre las rejas con sus inseparables manojos de llaves. Llegué a una galería en un quinto piso en la misma calle Gamarra. Me entrevistó una chica y entré de ayudante en un taller chiquito dentro de una oficina.

En aquel lugar trabajaba un chico que era el estampador y yo lo ayudaba. Todo iba bien hasta que necesité ir al baño. Cuando quise salir, el chico me dijo que no podía ir hasta que venga la que me entrevistó. Le respondí que solo iba al baño.

— No podrás salir, me dijo.

— ¿Por qué?

— Porque estamos encerrados con llave.

No sé cómo describir aquel momento. Surgió una mezcla de terror con ansiedad, ganas de tirar la puerta y escapar. Cuando corrí hacia la ventana, me di con la sorpresa de que tenía mallas metálicas. Podía ver desde el quinto piso a la gente que caminaba por las calles y yo solo quería gritar que me sacaran.

Imagen: Facebook

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En la angustia que el chico notó, me dijo que yo no era para ese ambiente. No le faltaba razón. Me empezó a contar su historia de cómo había llegado de Huancayo. Su padrino le había dicho que en Lima había mucho trabajo, sobre todo en Gamarra. Así llegó por estos lares, donde trabajó en varios sitios.

El común denominador era ver a gente de otras regiones trabajando horas de horas sin descanso, incluido los domingos. Gente que dormía, comía y vivía en el mismo taller porque no tenían a dónde ir y cuando les tocaba recibir su semana, siempre había descuentos que a las justas les dejaba algo de dinero para mandar a sus casas.

Por  eso siempre tenían que comer menús que venden en esos mismos sitios de trabajo. O sea, hasta la comida era un ingreso más para el jefe. Una vida de verdadero esclavo.

Otra historia se desprendía de esta: las chicas que repartían menú estaban obligadas, me contaba, a vender cierta cantidad de menús. Si no llegaban a su meta, les descontaban una especie de castigo ¡y ni siquiera se lo podían comer! Encima tenían que vender una cierta cantidad de ensaladas de fruta donde sea y como sea. También les descontaban. Por eso algunas salían con su bandeja y ya no volvían. Lo mismo pasaba con su semana de pago: ante tanto descuento a las justas les quedaba para mandar algo a sus casas.

Escuchar eso para mi era peor que una película de terror. Le pregunté: «¿Por qué no te vas?». En ese momento llegó la chica que me encerró, le pedí mi DNI y me dijo que tenía que cumplir mi horario. «¿Qué horario?». Si recién había entrado hace unas horas a ese sitio. Tuve que amenazarla diciendo que tenía un tío policía. Solo así me lo dio  No me faltaron pies para salir disparada de aquel lugar , llegar a mi casa y abrazar a mi bebé.

Viendo hoy el vídeo del joven encerrado en el incendio de las Malvinas, puedo entender claramente su terrible desesperacíón y angustia: podía ver a la gente, pero esta no lo puede escuchar ni ayudar. Mucho menos podrá ir a su casa para abrazar a sus familiares.

Imagen: Facebook

Imagen: Facebook

Los mafiosos corruptos se siguen engordando de dinero mal habido con la explotación de seres «descartables», porque para ellos son eso: gente que si mueren no pasa nada. Así como hace poco murieron los bomberos, así como hace poco murieron los soldados, así como hoy han muerto estos chicos, así como pasan todos los pobres del Perú: al más absoluto olvido.

En esta ocasión la tecnología sirvió para dejarnos en claro que lo virtual solo fue un medio para ver en vivo y en directo una cruel realidad.