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Por estas razones el Perú le debe un reconocimiento especial a los familiares de las víctimas de Los Cabitos

Escribe: José Alejandro Godoy

La historia peruana tiene momentos claros de coraje y decisión. Pero también de ignonimia. Ayer el Poder Judicial peruano confirmó que, en el cuartel Los Cabitos, en 1983, se cometieron prácticas sistemáticas de ejecución extrajudicial. Conductas delictivas que incluyeron, para mayor horror, un horno crematorio. Hechos que habían sido contados detalladamente por la CVR y por Ricardo Uceda, así como por diversas organizaciones de derechos humanos.

Imagen: La República

Imagen: La República

Dos personas han sido condenadas por estos hechos, a 30 y 23 años de prisión. Otras dos probablemente no lo sean, por demencia senil. A otras dos personas se les ha reservado la condena. Y ninguno de los 6 individuos estuvo ayer presente en la Sala para escuchar su condena. A ello se suma que el principal responsable de los hechos, el general Clemente Noel, falleció durante el juicio.

Peor aún, el Poder Judicial, en uno de esos actos de maltrato que merecería una portada de vergüenza, comenzó a leer la sentencia a las 6 p.m. y terminó con la misma a las 3:20 a.m. Las principales interesadas en escuchar el fallo eran señoras que tenían entre 60 y 80 años, quienes finalmente podían saber si los asesinos de sus esposos e hijos iban a ser condenados.

Imagen: Noticias SER

Imagen: Noticias SER

El país le debe un especial reconocimiento a los familiares de las víctimas asesinadas en Los Cabitos. No solo por una lucha tenaz de 33 años, no solo porque fueron agentes del Estado quienes asesinaron a sus familiares, sino también por un juicio que duró más de 6 años y una lectura de sentencia que parecía programada para que el hecho no saliera en los titulares de hoy.