Facebook , feis Jueves, 9 agosto 2018

Ayer Argentina optó por mantenerse, como los otros Estados, en la hipocresía

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Escribe: Sandra Rodríguez

Milagros descubre que tiene un mes de embarazo. No lo quiere. Llama a un anuncio de Atraso Menstrual que ve cerca a su trabajo. Le responde un tal Jorge y le ofrece pastillas por 250 soles. Cuando va a recoger las pastillas en Comas, toma una pastilla en el auto en el que venía Jorge y su hermano. La pastilla era otra y en realidad la estaban dopando. Aparece en la puerta de una iglesia horas después con el pantalón ensangrentado. La habían dopado para violarla.

Cuando Milagros va a denunciar su violación, la fiscal la denigra por haber buscado abortar. Su actitud termina obstruyendo el proceso. A los dos días, los hermanos salen libres.

Decimos que el debate no es en torno a que el aborto se practique o no, sino sobre las condiciones en las que se hace: clandestino e inseguro o legal y seguro. Esto porque, como todos sabemos, las mujer abortan, abortamos. Y esto los conservadores lo saben. A pesar que esgriman formalmente sus argumentos como si la legalización del aborto fuese a inaugurar su práctica o empujar a las mujeres a abortar, no son tontos. Saben, por supuesto, que al buscar interrumpir embarazos que no buscaron ni desean, las mujeres se exponen a muchos riesgos. Lo saben y justamente por eso les interesa que siga siendo ilegal: porque las mujeres, pecadoras, asesinas, necesitan, merecen ser castigadas. De allí que no sorprenda encontrarnos con el “para eso abres las piernas” y el “eso les pasa por matar a sus hijos”.

Yo también aborté cuando tenía 22 años. Pero no estuve, como Milagros, sola. Tuve pareja a mi lado, y madre acompañando a la distancia. Y cuando las cosas se complicaron tuve también un médico amigo que me ayudó sin cobrarme nada. Un médico de verdad, no dos delincuentes haciéndose pasar por estudiantes de medicina. Estuve segura y muy lejos de terminar, como Milagros, violada y descartada en una calle con el pantalón ensangrentando. A pesar que ambas abortamos, la diferencia entre Milagros y yo es una sola pero es enorme y se llama privilegio. Porque fue justamente mi privilegio lo me salvó de aquello que los conservadores creen que merecemos: el castigo. Y el castigo es siempre más grande para las mujeres más pobres y vulnerables, castigadas ya previamente de tantas y muchas otras formas.

Los números sobre abortos en el país y la región son abrumadores. Las mujeres que abortan nos rodean, son nuestras madres, tías, amigas, novias, y, eventualmente, nosotras mismas. Ayer Argentina optó por mantenerse, como los otros Estados, en la hipocresía. Porque eso no es defender el derecho a la vida, sino el derecho a castigar a las mujeres. Porque la criminalización del aborto, hay que decirlo una y otra vez, no anula la necesidad de las mujeres de practicárselo. Porque criminalizar no es estar a favor de las mujeres como Milagros o tantas otras, sino a favor de los traficantes de sus angustias y sus carencias, como esos dos delincuentes del reportaje. Véanlo y sepan de qué lado están.

Esa enorme ola verde de mujeres que llega y que crece desde el sur es la que que cuida de nosotras y cuida de la vida. Y no pararemos hasta lograr el aborto legal, seguro y gratuito en toda Latinoamérica.

Ayer no ha sido una derrota.