Facebook Lunes, 2 marzo 2015

El eterno retorno (del MRTA)

Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Foto: Perú21

Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Foto: Perú21

Escribe Carlos León Moya

Si algún amigo suyo posee unos cuantos años de militancia en la izquierda, pregúntele cuántas veces se ha topado con personas vinculadas a Sendero Luminoso. «Muchas», le dirá. Pregúntele si uno de esos encuentros ocurrió antes de que existiese el «Movadef». Seguramente dirá que sí.

Punto aparte, recuerdo la primera vez que me topé con un amable saco.

Era el lejano verano el 2006 y tenía apenas semanas de militancia. En el Partido Socialista organizábamos una charla enana sobre un tema que no recuerdo. Éramos diez, quince personas. Todos nos conocíamos.

A los minutos de haber empezado llegaron dos desconocidos. Uno era especialmente llamativo: rígido, contraído, cara de perro furioso, un folder manila entre las manos. Escuchó a los ponentes, calladito. Concluyeron los ponentes, pidió la palabra.

Y empezó su rollo.

Perdíamos el tiempo conversando, dilaciones, circo electoral, mientras camaradas luchan armados en el selva. Carajo, me dije, un senderista de verdad. Por aquel entonces no sabía reconocer qué especimen era: si acuerdista o proseguir. Rígido, seguía hablando, agitaba su manito. La puta madre, pensaba.

Apenas acabó de hablar le respondimos. Creo que incluso le gritamos, pero nada para destacar. Yo también hablé. Recuerdo haberle dicho alguna idea sobre Lucanamarca, pero seguro articulé mal. Estaba sorprendido.

Unos minutos después acabó la charla. El sujeto agarró su folder, se paró y se fue de golpe. Salí a ver a dónde se había ido pero ni rastro, Foldercito se había esfumado. Mi primer senderista.

Cada cierto tiempo me topaba con seres así. Recuerdo especialmente a un senderista pirómano al que llamaré Nerón. Las mismas características: la rigidez, la dureza en el rostro, el discurso fijo. Pero mientras el Primer Senderista era chatito y con lentes, Nerón era alto, tenía el peinado de James Dean y usaba siempre el mismo polo blanco. Marrón, obviamente Nerón era marrón.

Y Nerón tenía una fijación: siempre quería quemar muñecos. En aquel tiempo organizábamos asambleas entre estudiantes de universidades públicas, donde planeábamos hacer frente a una nueva Ley Universitaria. Yo iba de colado, y parece que Nerón también: todos creíamos que era de San Marcos pero nadie sabía si estaba matriculado. Siempre pedía la palabra apenas iniciaba la asamblea, siempre. Y Nerón siempre proponía lo mismo, siempre:

-Necesitamos hacer una comisión de Arte. Esta se va a encargar de armar unos muñecos. Después, los vamos a quemar.

Avanzaban las semanas, seguían las asambleas. Habíamos planeado una gran marcha para abril, Nerón pedía la palabra:

-Tenemos que armar la comisión de Arte, de una vez. Que armen unos muñecos grandes, y después procedemos a quemarlos.

¿Por qué Nerón era senderista? Pues por lo que decía en las asambleas. Uno se daba cuenta de quién era saco por lo que decía y cómo lo decía. Lamentablemente mi memoria borró esos detalles, esos guiñitos senderófilos, y solo me queda el recuerdo de Nerón pidiendo quemar muñecos. También recuerdo que un par de veces Nerón puso a nuestra disposición el comedor universitario, porque esas asambleas infames duraban hasta diez de la noche, aunque en esto puedo equivocarme.

En fin, faltaban tres días para la marcha planeada, última asamblea. Como siempre, sesenta personas pidieron la palabra para decir lo mismo de diferentes maneras. Nerón también pidió la palabra. Habló:

-Ya tenemos lista la comisión de Arte. Ya estamos haciendo los muñecos, los vamos a tener listos para la marcha. Y después los vamos a quemar.

Nos cagamos de risa cuando Nerón dijo eso. Dos meses escuchándolo decir lo mismo y ya habíamos dejado de tomarlo en serio.

Pero Nerón rio al último y rio mejor. El día de la marcha fuimos 1200 personas. A las asambleas Nerón iba solo, pero esta vez llevó a quince encapuchados con sus respectivos palos de madera. Nadie los conocía, nadie los había visto, el único que daba la cara era Nerón. Imaginábamos que querían romper la marcha. Ilusamente creímos que los podíamos contener.

La marcha avanzó por la avenida Abancay hasta el Congreso. Yo estaba adelante, junto a la banderola. Adelante también estaba Nerón y sus encapuchados. A dos cuadras del Congreso se formó un cordón policial que no nos dejó pasar. Un grupo de estudiantes debíamos cruzar aquel cordón para hablar con un congresista, pero Nerón empezó a gritar. Arengaba a su gente, cállese compañero, Nerón no hacía caso, orden compañero, Nerón seguía, carajo compañero qué está haciendo.

Nerón dio la orden. Los encapuchados alzaron sus palos y empezaron a golpear los escudos de la policía, que había estaba realmente estática. Una, dos, tres veces. La cagada, pensaba, ahorita nos cae. Cuatro, cinco palazos a la policía.

Al sexto palazo empezó la represión.

Una represión del carajo.

Nos cayeron con caballos, bombas, patadas y gases. Había cerca de 200 policías y cada uno parecía feliz al reventarnos. Tiraron bombas lacrimógenas sobre el Mercado Central, a los que se escondían en los locales comerciales los sacaban para pegarles, un policía a caballo arrastró a una chica de los pelos. Nos pegaron durísimo y nadie tenía Facebook. Una golpiza anónima. Quince detenidos.

A la hora nos reagrupamos en la Plaza Francia. Allí estaban, felices e indemnes, los quince filosenderistas con Nerón a la cabeza. Era un día soleado y los quince seguían con capucha, Nerón con su eterno polo blanco. Pidió la palabra: había quedado demostrada la vocación represiva del Estado, la violencia enseña, así nos iban a responder siempre. Nerón tenía la misma expresión dura de siempre, pero hablaba con satisfacción. Los quince encapuchados estaban detrás suyo, como lobos tras del líder de la manada.

Ingenuo, joven, había creído que un senderista que solo hablaba de quemar muñecos era una cosa folklórica y tonta, y aunque daban ganas de amarrarlo y meterlo a un sótano, qué ibas a hacerte problemas por un loco calato. Gran error. Nerón llegó con quince y nos mandó la marcha al traste. Y resultó victorioso. Además de haber quemado los muñecos que construyó, Nerón dijo en la Plaza Francia que no tenía sentido una marcha pacífica porque siempre nos iban a responder con violencia, como acababa de ocurrir, y que debíamos aprender la lección. Nerón omitía que él había incitado a la policía, pero no importaba. Ya la marcha había fracasado. Una parte de mí también.

Recién dos años y medio después se fundó el Movadef.

¿Para qué cuento todo esto? Pues para demostrar una verdad de perogrullo: Sendero aún existe. Variado, distinto, pero existe. En Lima se le sobredimensiona, mientras que en lugares donde es más fuerte, como Abancay, se le omite. Siempre es una preocupación en la izquierda cómo combatir a Sendero, cómo contenerlo. El partido que más hace para derrotar a todas las mutaciones de Sendero Luminoso y tenerlos a raya es, graciosamente, el vilipendiado Patria Roja.

Alguien dirá, ¿y por qué no acudían la Policía?

Más allá de que expresar simpatías políticas no es delito, hay una razón muy simple: mientras la policía y el ejército realizan una gran labor en el VRAEM y en el Huallaga, atrapando o matando a los cabecillas de Sendero Luminoso con un importante trabajo de inteligencia, en Lima reina la bestialidad. La Dircote se la ensaña siempre con Patria Roja, precisamente el partido que más pelea con Sendero: que si su bandera tiene la hoz, que si cantan La Internacional. Una vez se metieron a la casa de un amigo a meterle miedo a su viejita, señora su hijo está vinculado al terrorismo, señora su hijo tiene material subversivo, señora dónde está su hijo, y el pobre hombre era de Patria Roja. Y él era tan, pero tan bueno que ni siquiera parecía de Patria Roja.

Para resumirlo en una frase, confundir a Patria Roja con Sendero Luminoso es como confundir a una rana con un elefante. Un error así puede ser admisible en un asno de derecha que todo lo ve igual, o en el encargado de aprobar las portadas de Perú.21, pero no en la policía especializada en terrorismo.

Estos “errores” se repiten siempre: hay cinco del Movadef jugando a la ronda, pero la policía acusa de terrorismo al de Patria Roja. El Movadef se formaba en sus narices, pero la policía detenía a una poeta ingenua que volvía de Ecuador. Sendero Luminoso andaba dando vueltas, pero la policía atrapaba precisamente a los que no formaban parte, y los acusaba alegremente de terroristas.

Durante mucho tiempo no creí que fuese un error, sino una meditada acción para meternos miedo.

Creía que lo hacían para darnos un mensaje: si se meten a protestar, los acusaremos de terroristas.

Ahora creo que no es así.

Ahora simplemente creo que sí son medio bestias y que no distinguen
una rana de un elefante.

Pero este texto es sobre el MRTA, y hasta ahora no los he mencionado. ¿Por qué?

Chan.
Chan.
Chan.

En efecto: porque en la práctica el MRTA no existe. No, nada, ese capítulo se cerró hace mucho, aunque el procurador Julio Galindo y Perú.21 digan lo contrario.

En la izquierda uno se encuentra con senderistas. Los conoce, los empuja, te golpean, los insultas, te amenazan, vuelven, los marginas, los ves.

Pero uno nunca se encuentra con un emerretista. Nunca. Porque no los hay. Pregúntale al mismo amigo izquierdista si conoce a alguien que pertenezca actualmente al MRTA y verás qué te dice. Tampoco hay ni ha habido ningún intento serio de reflotarlo, ni nadie con tan escaso sentido común que quiera retomar sus siglas (si hablamos de personas con ausencia de sentido común, ya todas están en el Movadef).

Puedo hacer una lista de los filosenderistas que conocí: Foldercito, Nerón, Pintapizarra, entre otros. Pero del MRTA, ninguno. Antiguos emerretistas libres sí, aunque ninguno ha planeado refundar su antigua organización y menos aún intentar alguna acción armada. Además tienen tal cara de derrota que no podrían convencer a nadie.

Lo más cercano que conozco a algún miembro activo del MRTA es esta dudosa historia: un antiguo amigo decía haber formado un grupo de estudios con gente “muy cercana al MRTA”, hasta que un día llegó la policía y los detuvo a todos menos a él. Se quedó triste, solo y culpable, con un apolillado ejemplar de El Capital bajo el brazo. Cada que perdía la sobriedad contaba esta historia y confesaba que su único gran sueño era rearmar su antiguo grupo de estudios de El Capital con cualquiera.

-¿Y cuándo se desarmó tu grupo? -le pregunté un día.
-En 1999 -me respondió, tristísimo.

Existe así el mito del eterno retorno del MRTA. Cada cierto tiempo aparecen los titulares: vuelve, se está rearmando, lo reflotarán. Le cambian las siglas, le inventan símbolos, aparecen nuevos financistas, atrapan a nuevas personas. Por lo general, esas noticias son en condicional y a futuro: ya vuelve, ya llega, ya lo rearman, también viene. Y estas noticias son también imposibles de verificar: ya atrapamos a los que lo reorganizarán, hemos desbaratado a los que lo iban a refundar.

A ver. Si el MRTA existiese, podríamos trazar su recorrido vital en los últimos años. Mientras Sendero Luminoso se ha rearmado, reagrupado, dividido, cambiado de estrategia, hecho sus marchas, armado sus polladas y comprado su kit electoral, ¿qué ha hecho el MRTA?

Nada, porque “lo están refundando”.

Mientras la Dircote requisaba las desteñidas banderitas rojas a Patria Roja, mientras revisaban la polvorienta biblioteca a Guillermo Bermejo, ¿qué hacía el MRTA?

Nada, porque “lo están reorganizando”.

El retorno del MRTA debe ser uno de los mitos más impresionantes de la política nacional. Nadie nunca ofrece una prueba, pero siempre aparece como si fuese verdad. Se anuncia que regresa desde hace más de diez años, y sigue sin aparecer.

Jugar con el miedo es muy fácil. Podemos decir aquellas siglas, brindar tres datos falsos, citar a un payaso y listo. Por ejemplo:

«MRTA se rearma.
Procurador Julio Galindo responsabiliza de este intento a tres personas presentes en las protestas de Jauja. Se reagruparían con los terroristas a punto de salir en libertad».

Qué miedo, ¿no? Es una triste ficción, pero parece un titular de verdad.

Las mutaciones de Sendero Luminoso existen y están entre nosotros, son tiempo presente. En realidad, nunca se fueron: son presente perfecto.

En cambio, al MRTA se le presenta siempre en futuro precisamente porque no existe en el presente. A diferencia de Sendero, el MRTA sí es cosa del pasado.

Resumen: pregúntele nuevamente a su izquierdista más cercano con cuántos senderistas activos se ha topado. Luego, a cuántos emerretistas activos ha conocido. He allí la moraleja.